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Israel es tan conocido por sus mares como por sus desiertos, contraste en el que radica gran parte de su belleza.
Lo bañan las aguas azul turquesa del mar Mediterráneo al oeste, con playas interminables de arena blanca, puertos deportivos y pesqueros.
Al este, las verdes aguas del Mar Muerto, repletas de sal y minerales que brotan de las profundidades de la tierra en forma de fuentes termales que alimentan ese gran balneario natural, y de manantiales de agua dulce que dan vida al exuberante oasis de En Gedi.
Las inigualables aguas azul cobalto del Mar Rojo bañan las playas del sur de Israel, Egipto y Jordania. Y, finalmente, el azul marino del mar de Galilea, al norte, que es en realidad un lago de agua dulce, y que ha sido fuente de inspiración y belleza a lo largo de los siglos.